AY, AY, AY

viernes, 18 de enero de 2008

0 comentarios

Hay amores que matan. Eso se sabe desde que el mundo es mundo, y en mi caso, el de cierto colega literario de gustos y tendencias con un cierto tufillo a friki (aunque ni a él ni a mi nos gusta el término) gustos que lamentablemente solemos compartir ya no es que me mate, es que es para matarlo.

Viene esto a que tan tranquilo estaba yo con mis Cuentos de Terramar, y con la expectativa de Una novela de Barrio y sus refrescantes aires de novela negra cuando el susodicho va y me dice que vea en nuestra tienda favorita una de las últimas novedades editoriales. Ved, ved, pinchen y vean.

Ya en tiempos, allá por los albures de la TerBad, mi muy estimado, apreciado y valorado Tizarum (Ángel para los no amigos) en una de sus proverbiales frases dilapidarias, con gesto solemne, mirada al infinito y dedo inquisidor me soltó algo así como que hasta que no leyese Los Desposeídos no sabría lo que es la buena ciencia-ficción (lo cual, dicho recién leídas las extraordinarias e insuperables Hyperion y La Caída de Hyperion, no es poco sentenciar).

Y claro, yo que me he tirado meses (y en esas aún estaba) detrás de algún ejemplar de Los desposeídos que estuviera durmiendo el sueño de los justos en algún lugar de alguna desvencijada y polvorienta estantería de las hermosas librerías del casco antiguo de mi aún más antigua y más hermosa Badajoz, empeñado en una búsqueda con más penas que alegrías (aunque alguna hubo), la noticia me superó. Del todo.

En esta situación, con tantos planes rotos, rehechos y vueltos a romper, no queda sino agachar la cabeza y reconocer mi poquedad. Estoy vencido por esta magna escritora.
Lo curioso del caso es que todo esto es muy reciente (hablo por mi, claro; la Gran Dama lleva décadas hechizando con su talento). Todo empezó cuando hace ya taitantos meses el maléfico Corwin nos trajo a los tertulianos del grupito de la TerBad el relato de una tal Ursula ká no-se-qué, que a la sazón se intitulaba Los que se alejan de Omelas. El relato se las trae, y me impactó de tal forma que no he sido capaz, desde entonces, de abstraerme a las delicias de su pluma. . Los distintos libros que forman Las Historias de Terramar supusieron una vuelta de tuerca, un giro en el estilo que pasó de la impiedad, el desgarro y el bofetón moral del relato de Omelas al embeleso, la hermosura, la inteligencia, la sobriedad y, sobre todo, la elegancia de la mejor fantasía que recuerdo haber leído en toda mi vida (y algo he leído ¿eh?). Los Cuentos de Terramar confirman y mejoran lo dicho sobre el mundo creado por Úrsula K. LeGuin, muy lejos de otras franquicias del género (algunas de indudable valor y otras no tanto).

Ahora se reeditan, en un solo tomo, tres de las mejores obras de la LeGuin ofreciéndonos por el irrisorio precio de unos 25 euros más de ochocientas páginas de literatura de gran calidad, incluida la descatalogada Los desposeídos, con lo que pueden ustedes figurarse, y se figuran bien, que un servidor ya tiene desempolvada la billetera porque este libro, esta pequeña biblia, formará sí o sí, parte de mi biblioteca engrandeciéndola a ella y a mi mismo.
Sin embargo no traicionaré a Francisco González Ledesma ni, sobre todo, a mi madre, que fué la que convenció a Baltasar (desde siempre mi rey mago favorito) para que me regalase Una novela de Barrio y no creo que para esta ocasión necesite hacer acopio de uñas para írmelas mordiendo mientras espero porque con este libro más que impaciencia tengo sensación de una firme serenidad, la tranquilidad del que sabe que tiene en casa una botella de vino de una añada extraordinaria que requiere de una ocasión especial. De modo que esta vez no habrá ruptura de planes. El paraíso me espera y no pienso entrar corriendo jadeante por sus puertas de mármol.

Es de mala educación. Disfruten señores, que la vida pasa.

¡¡ADIOS 2007, ADIOS!!

sábado, 12 de enero de 2008

0 comentarios

Bueeeeeenooo, finalmente creo que hemos sobrevivido. La tarea no ha sido facil, pero aqui estamos, con una Navidad menos (o más, según se haga la cuenta) en nuestras vidas, otro año al zurrón y otra visita real que además de ilusiones y emociones deja un considerable vacío en las carteras de nuestros conciudadanos en general y de los que somos padres en particular. Como el final de año no ha sido precisamente bueno, me he encargado de que al menos los reyes fueran benevolentes con este servidor de ustedes, quienes quieran que sean ustedes, así que aquí ando ahora rumiando el botín literario que me han dejado los seguidores de la estrella de Belén. Es difícil destacar alguno porque la verdad es que todos me gustan pero quizás destaque tres y no necesariamente por este orden: La Estación de la Calle Perdido, Los Cuentos de Terramar y Una novela de Barrio.
Me hago cargo de que este último entra con calzador en un blog de literatura de fantasía y cf, pero como he dicho ya en otras ocasiones, muy por encima de catalogarme como lector de género, me tengo por un lector normalito al que, sencillamente, le gusta lo bueno.
Y Una Novela de Barrio tiene muy buena pinta. A mi buen colega Tizarum (que se empeña en llamarse Ángel, cosas de friki) le he copiado vilmente y por toda la cara la costumbre suya de la "cata" de libros. Tampoco me voy a poner a explicar en qué consiste la "cata" de libros (cosa que, por otro lado, cualquier cerebro que aglutine más de dos neuronas pensantes es capaz de intuir al menos), pero sí dejaré dicho que Una Novela de Barrio tiene una de las mejores catas que he probado en los últimos... no sé, digamos 10 años. Ya os contaré.
De momento, desearos a los que tenéis valor, paciencia o vete a saber qué, para leer estos post, por encima de todo un año de salud y felicidad. Todo lo demás es secundario y, permitidme la expresión, no vale una mierda.