MENZOBERRANZAN

miércoles, 17 de diciembre de 2008

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La historia que precede en la entrada anterior es, como se titula, la de Kyllian. Mi guerrero drow en el mundo de "Lineage 2". ¿Y ahora a cuento de qué esa historia?. Empezemos por el principio y acabaremos antes.
Siempre me gustó la fantasía. Y ya puestos, la fantasía épica. Desde nuestra más tierna infancia hemos crecido en mi familia jugando (como muchos niños de antes de la "generación nintendo DS") a príncipes, héroes, paladines y princesas. Luego llegaron los librojuegos del magnífico duo Ian Livingstone-Steve Jackson que, además de demostrarnos que la lectura DEBE ser entretenida, nos enseñaron los principios elementalísimos del rol. Todo se fué sofisticando cada vez más (llegaron Gauntlet, Space Ace, Dragon´s Lair, el Spectrum y los Commodore, etc, etc.) pero el fondo de la taza seguía siendo el mismo, los posos de la fantasía continuaban alimentados por nuestra imaginería.
A mí, además, siempre me gustó escribir y el dibujo se me da razonablemente bien de modo que la idea de poder crear una historia solvente y atractiva es algo que siempre tuve rondando la cabeza. Pero la vida y sus obligaciones te imponen otras prioridades. Como le leí una vez a la gran socióloga Mafalda: lo urgente siempre quita tiempo a lo importante.
El caso es que hoy, con casi cuarenta primaveras en la chepa, tengo la misma ilusión y ganas que tenía cuando las primaveras eran doce o trece. Y en esas estoy: guionizando una historia que poco a poco, sin prisas (aunque con más pausas de las que me gustaría, eso sí) va perfilando un cómic que estoy decidido a concluir.
Ahí entra Kyllian y su mundo. Y entra también Don Roberto Antonio, más conocido por R.A. Salvatore, padre de mi musa y último descubrimiento: Drizzt Do´Urden.
Acabo de terminar "La Morada", primer libro de la trilogía del Elfo Oscuro y el idealista drow me ha capturado para siempre. Me pasa ahora lo mismo que me ocurrió cuando leí "En la estación Basilisco", primer libro de la serie de Honor Harrintong: vale que tiene sus topicazos, pues sí, pero cómo los he disfrutado. Prácticamente todo lo que dije entonces, mutatis mutandi, puede repetirse aquí.
No es Locke Lamora ni Geralt de Rivia, no tiene la madurez de la fantasía más espartana y ruda de Martin ni la maravillosa y delicada prosa de los Cuentos de Terramar, pero me ha encantado, lo he disfrutado como un niño con zapatos nuevos (o, adaptando los tiempos, con nintendo nueva). Son los Reinos Olvidados con toda su vena comercial (si es que en este maltratadísimo género se puede hablar de algo comercial) y aire de pantalones cortos y tirachinas pero, como digo, me ha gustado muchísimo. Lectura ligera, muy entretenida, muy bien llevada y bien terminada, personajes bien caracterizados y con un universo completamente nuevo para mi: la Antípoda Oscura y la raza de drows. En este caso además se da la circunstancia de que el joven Drizzt Do´Urden es la caracterización perfecta de Kyllian. Es que era leerlo y veía a mi Kyllian sufriendo las desventuras del drow de la soberbia, orgullosa e implacable Menzoberranzán.
En fin, una inspiración, una fuente más de la que manará creatividad y a la que sin duda recurriré a menudo. Alan McKenzie insistía en la importancia de las fuentes de inspiración como semilla de la creatividad; decía que éstas pueden ser muchas y variopintas. Digamos que a mi ésta se me ha presentado de improviso.
Ni lo duden: mañana mismo me pongo manos a la obra para conseguir los dos libros restantes de la trilogía: "El Exilio" y "El Refugio" y no descarto liquidar todo el material donde aparezca Drizzt Do´Urden/Kyllian. Ya les contaré, y por si no lo he dicho antes: léanlo, creo que les gustará también.

P.D. No puedo dejar de decir, aunque no es noticia en absoluto nueva, que los librojuegos de los que hablé se están reeditando por Timmun Mas en una de las mejores ideas que le recuerdo a una editorial de género. Incluye la serie "Lobo Solitario" y algunos de los mejores títulos de fantasía. No están todos pero... ¡bien por Timmun Mas!.

KYLLIAN

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Soñaba con él. A veces.
Ni siquiera era necesario estar dormido. En ocasiones, cuando las horas de vigilia se acumulaban y los límites entre la realidad y el reino de los sueños se convertía en una difusa sensación de irrealidad, me sorprendía el espanto breve de su voz imaginada. Sus gritos suplicantes, apenas ahogados entre borbotones de su propia sangre, se elevaban acusadores y se quedaban ahí, repiqueteando en mi cerebro durante instantes que siempre se me hicieron eternos.
Luego, tras el sobresalto, la realidad se imponía de nuevo dejándome sumido en la confusión absoluta, con un manto de temor e inquietud, un miedo frío y silencioso que me roía el alma y amenazaba mi cordura. Lenta e inexorablemente.
Mi vida es una lucha continua conmigo mismo. Una batalla cruenta que jamás terminará, la crónica de una búsqueda que ignoro si algún día llegará a buen fin. Anhelo la paz, sueño con el día que abandone para siempre el caminar inquieto por los senderos del reino de las pesadillas que me acosan. En ocasiones me ilumina la esperanza pero en el fondo, antes o después, me descubro nuevamente decepcionado, nuevamente hundido, con esa esperanza rota y enterrada por mis actos criminales, con la certeza de que mi destino no me deparará un final feliz.
Soy un guerrero renegado, un Oscuro que sólo se asomó a la vida a través del filo de su espada. Un asesino, un exterminador, un heraldo de la muerte. Un Caballero de Shillien.

Nacemos con el odio en la sangre, miembros de una raza marcada para siempre por la derrota y el exilio. Algunos de los nuestros reclamaron hace mucho tiempo el recurso a la parte oscura de la magia y se autoexiliaron a otras zonas del mundo. Solitarios, orgullosos e introvertidos, fuertes, preparados para sufrir, para odiar y para matar. Con esos mimbres nací y crecí aprendiendo las artes del combate mientras otros hermanos nos fascinaban con sus avances en las disciplinas de la magia que poco a poco aprendían a dominar.

Los tiempos de guerra terminaron, pero la vieja enemistad aún perdura. Nuestros reyes y príncipes han ido pactando paces que poco a poco han ido aplacando la ira y las luchas en nuestras relaciones con otras razas. Es posible que esos pactos convengan a nuestros destinos e intereses, es posible. Pero es igualmente cierto que nadie que haya ido a una guerra vuelve jamás igual que partió. Ningún rey, ningún príncipe, nadie, puede borrar con la firma de ningún pacto el recuerdo de los compañeros caídos en la batalla, la locura de los combates cuando el frenesí destructor sólo te deja margen para atacar salvajemente cualquier cosa que en medio del polvo, la suciedad y los gritos, se mueva cerca de ti. Ningún pacto te devolverá a tu hermano muerto o a tus padres asesinados. Ninguna paz te hará olvidar las fosas comunes, ni el pillaje de los malditos humanos, ni las venganzas soterradas, ni las traiciones más viles. Al diablo con nuestros reyes y príncipes. Las heridas de la guerra las llevaré siempre encima, en mi cuerpo y en mi alma, hasta el día que finalmente Shillien me reclame a su lado.

Cuando acabó la guerra volví, como muchos de mis antiguos compañeros, a las tierras familiares. Pero fue solo para encontrarme campos y propiedades arrasadas por la tiranía y la crueldad de los humanos, tierras devastadas que los malditos anegaron de sal para que nada floreciese de nuevo en ellas, los animales de pastoreo calcinados, quemados vivos, el hogar donde nací y crecí desvalijado por completo. Y sin rastro de mi familia.

Vagué durante años sin rumbo fijo, con el horizonte y la razón perdidos, sin esperanzas ni anhelos. Odiando, siempre odiando, a los humanos que nos humillaron como raza y que me privaron de todo, tierras, amigos y familia. Busqué sin denuedo y sin resultados cualquier rastro que me permitiera encontrar algún superviviente de entre los miembros de mi numerosa familia. Sobreviví alquilando mi brazo y mi espada a quien quisiera y pudiera pagar una justicia o una venganza que los nuevos tribunales del reino no le ofrecían. Hice muchos pequeños trabajos. Tantos que casi he matado más gente como mercenario en tiempos de paz que como soldado en guerra. Y así, huyendo a veces y buscando siempre, recorrí una gran parte de las tierras interiores del continente. Naturalmente, también se hacen poderosos enemigos en ese oficio. Y a veces, nuevos compañeros.

En todo ese vagar sin rumbo aprendí mucho. Con todo mi odio a cuestas, debo reconocer que, en ocasiones, compartí encargo con otros mercenarios… humanos. Fue un proceso lento, extraordinariamente lento, pero al cabo entendí que la guerra no distingue razas ni creencias, que en su vorágine de destrucción arrasa con todo lo que toca sea elfo, orco… o humano. No puedo decir que aprecie a la raza que nos venció en mala lid, pero sí que he visto el valor en los ojos de algunos guerreros humanos. Han sido pocos, pero alguno de ellos con los que por una u otra razón coincidí me enseñó que también en ellos, a veces, anida el honor, la nobleza y la hermandad en sus corazones. Como Xiobe, como Seires, o como Isgrimnur.

Mucho tiempo ha pasado desde que conocí al poderoso Isgrimnur, y mucho le debo. Le he visto luchar codo con codo junto a orcos, defender a enanos asaltados en los inseguros caminos del norte del continente, ofrecer su fuerza para ayudar a otros compañeros sin pensar si son de una u otra raza o profesión, instruir a guerreros menos fuertes o incluso ceder armas a otros desamparados sin pedir nada a cambio. Pero por encima de todo, a él le debo que hoy la vida me resulte menos dolorosa, que el incierto futuro no se me nuble del negro completo que durante tantos años me apesadumbró el ánimo y la esperanza. A ese humano le debo el haber recuperado a mi hermana, Balveda, y con ella la ilusión de una vida juntos por delante.

Fue el quien me habló de su gremio, de un clan de luchadores hermanados que hacen de la ayuda y el respeto mutuo su bandera y su religión. Él me habló de Pilgrims, y de su legión de guerreros aprendices, Disciples.

Ahora a vosotros me encomiendo. Mi vida continuará siendo, como dije, la eterna lucha entre el Oscuro vengativo, cruel, heraldo de la muerte, y el elfo que quiero llegar a ser, sin odio, hermano de sus hermanos de armas, conocedor de la compasión y el perdón, protector de mi hermana y discípulo, algún día, de Pilgrims.

Mi nombre es Kyllian. Antheal Devuois Kyllian, ex-guerrero de los ejércitos élficos de su majestad y de la diosa Shillien, derrotado y exiliado de su tierra, huérfano de padre, madre y hermanos asesinados. Por toda familia tengo a mi hermana Balveda y por anhelo servir en Pilgrims, y , algún día, volver a la tierra que me vió nacer donde mis huesos y mis armas descansen para siempre cuando la diosa me reclame y por fin la paz me abrace.