MENZOBERRANZAN

miércoles, 17 de diciembre de 2008

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La historia que precede en la entrada anterior es, como se titula, la de Kyllian. Mi guerrero drow en el mundo de "Lineage 2". ¿Y ahora a cuento de qué esa historia?. Empezemos por el principio y acabaremos antes.
Siempre me gustó la fantasía. Y ya puestos, la fantasía épica. Desde nuestra más tierna infancia hemos crecido en mi familia jugando (como muchos niños de antes de la "generación nintendo DS") a príncipes, héroes, paladines y princesas. Luego llegaron los librojuegos del magnífico duo Ian Livingstone-Steve Jackson que, además de demostrarnos que la lectura DEBE ser entretenida, nos enseñaron los principios elementalísimos del rol. Todo se fué sofisticando cada vez más (llegaron Gauntlet, Space Ace, Dragon´s Lair, el Spectrum y los Commodore, etc, etc.) pero el fondo de la taza seguía siendo el mismo, los posos de la fantasía continuaban alimentados por nuestra imaginería.
A mí, además, siempre me gustó escribir y el dibujo se me da razonablemente bien de modo que la idea de poder crear una historia solvente y atractiva es algo que siempre tuve rondando la cabeza. Pero la vida y sus obligaciones te imponen otras prioridades. Como le leí una vez a la gran socióloga Mafalda: lo urgente siempre quita tiempo a lo importante.
El caso es que hoy, con casi cuarenta primaveras en la chepa, tengo la misma ilusión y ganas que tenía cuando las primaveras eran doce o trece. Y en esas estoy: guionizando una historia que poco a poco, sin prisas (aunque con más pausas de las que me gustaría, eso sí) va perfilando un cómic que estoy decidido a concluir.
Ahí entra Kyllian y su mundo. Y entra también Don Roberto Antonio, más conocido por R.A. Salvatore, padre de mi musa y último descubrimiento: Drizzt Do´Urden.
Acabo de terminar "La Morada", primer libro de la trilogía del Elfo Oscuro y el idealista drow me ha capturado para siempre. Me pasa ahora lo mismo que me ocurrió cuando leí "En la estación Basilisco", primer libro de la serie de Honor Harrintong: vale que tiene sus topicazos, pues sí, pero cómo los he disfrutado. Prácticamente todo lo que dije entonces, mutatis mutandi, puede repetirse aquí.
No es Locke Lamora ni Geralt de Rivia, no tiene la madurez de la fantasía más espartana y ruda de Martin ni la maravillosa y delicada prosa de los Cuentos de Terramar, pero me ha encantado, lo he disfrutado como un niño con zapatos nuevos (o, adaptando los tiempos, con nintendo nueva). Son los Reinos Olvidados con toda su vena comercial (si es que en este maltratadísimo género se puede hablar de algo comercial) y aire de pantalones cortos y tirachinas pero, como digo, me ha gustado muchísimo. Lectura ligera, muy entretenida, muy bien llevada y bien terminada, personajes bien caracterizados y con un universo completamente nuevo para mi: la Antípoda Oscura y la raza de drows. En este caso además se da la circunstancia de que el joven Drizzt Do´Urden es la caracterización perfecta de Kyllian. Es que era leerlo y veía a mi Kyllian sufriendo las desventuras del drow de la soberbia, orgullosa e implacable Menzoberranzán.
En fin, una inspiración, una fuente más de la que manará creatividad y a la que sin duda recurriré a menudo. Alan McKenzie insistía en la importancia de las fuentes de inspiración como semilla de la creatividad; decía que éstas pueden ser muchas y variopintas. Digamos que a mi ésta se me ha presentado de improviso.
Ni lo duden: mañana mismo me pongo manos a la obra para conseguir los dos libros restantes de la trilogía: "El Exilio" y "El Refugio" y no descarto liquidar todo el material donde aparezca Drizzt Do´Urden/Kyllian. Ya les contaré, y por si no lo he dicho antes: léanlo, creo que les gustará también.

P.D. No puedo dejar de decir, aunque no es noticia en absoluto nueva, que los librojuegos de los que hablé se están reeditando por Timmun Mas en una de las mejores ideas que le recuerdo a una editorial de género. Incluye la serie "Lobo Solitario" y algunos de los mejores títulos de fantasía. No están todos pero... ¡bien por Timmun Mas!.

KYLLIAN

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Soñaba con él. A veces.
Ni siquiera era necesario estar dormido. En ocasiones, cuando las horas de vigilia se acumulaban y los límites entre la realidad y el reino de los sueños se convertía en una difusa sensación de irrealidad, me sorprendía el espanto breve de su voz imaginada. Sus gritos suplicantes, apenas ahogados entre borbotones de su propia sangre, se elevaban acusadores y se quedaban ahí, repiqueteando en mi cerebro durante instantes que siempre se me hicieron eternos.
Luego, tras el sobresalto, la realidad se imponía de nuevo dejándome sumido en la confusión absoluta, con un manto de temor e inquietud, un miedo frío y silencioso que me roía el alma y amenazaba mi cordura. Lenta e inexorablemente.
Mi vida es una lucha continua conmigo mismo. Una batalla cruenta que jamás terminará, la crónica de una búsqueda que ignoro si algún día llegará a buen fin. Anhelo la paz, sueño con el día que abandone para siempre el caminar inquieto por los senderos del reino de las pesadillas que me acosan. En ocasiones me ilumina la esperanza pero en el fondo, antes o después, me descubro nuevamente decepcionado, nuevamente hundido, con esa esperanza rota y enterrada por mis actos criminales, con la certeza de que mi destino no me deparará un final feliz.
Soy un guerrero renegado, un Oscuro que sólo se asomó a la vida a través del filo de su espada. Un asesino, un exterminador, un heraldo de la muerte. Un Caballero de Shillien.

Nacemos con el odio en la sangre, miembros de una raza marcada para siempre por la derrota y el exilio. Algunos de los nuestros reclamaron hace mucho tiempo el recurso a la parte oscura de la magia y se autoexiliaron a otras zonas del mundo. Solitarios, orgullosos e introvertidos, fuertes, preparados para sufrir, para odiar y para matar. Con esos mimbres nací y crecí aprendiendo las artes del combate mientras otros hermanos nos fascinaban con sus avances en las disciplinas de la magia que poco a poco aprendían a dominar.

Los tiempos de guerra terminaron, pero la vieja enemistad aún perdura. Nuestros reyes y príncipes han ido pactando paces que poco a poco han ido aplacando la ira y las luchas en nuestras relaciones con otras razas. Es posible que esos pactos convengan a nuestros destinos e intereses, es posible. Pero es igualmente cierto que nadie que haya ido a una guerra vuelve jamás igual que partió. Ningún rey, ningún príncipe, nadie, puede borrar con la firma de ningún pacto el recuerdo de los compañeros caídos en la batalla, la locura de los combates cuando el frenesí destructor sólo te deja margen para atacar salvajemente cualquier cosa que en medio del polvo, la suciedad y los gritos, se mueva cerca de ti. Ningún pacto te devolverá a tu hermano muerto o a tus padres asesinados. Ninguna paz te hará olvidar las fosas comunes, ni el pillaje de los malditos humanos, ni las venganzas soterradas, ni las traiciones más viles. Al diablo con nuestros reyes y príncipes. Las heridas de la guerra las llevaré siempre encima, en mi cuerpo y en mi alma, hasta el día que finalmente Shillien me reclame a su lado.

Cuando acabó la guerra volví, como muchos de mis antiguos compañeros, a las tierras familiares. Pero fue solo para encontrarme campos y propiedades arrasadas por la tiranía y la crueldad de los humanos, tierras devastadas que los malditos anegaron de sal para que nada floreciese de nuevo en ellas, los animales de pastoreo calcinados, quemados vivos, el hogar donde nací y crecí desvalijado por completo. Y sin rastro de mi familia.

Vagué durante años sin rumbo fijo, con el horizonte y la razón perdidos, sin esperanzas ni anhelos. Odiando, siempre odiando, a los humanos que nos humillaron como raza y que me privaron de todo, tierras, amigos y familia. Busqué sin denuedo y sin resultados cualquier rastro que me permitiera encontrar algún superviviente de entre los miembros de mi numerosa familia. Sobreviví alquilando mi brazo y mi espada a quien quisiera y pudiera pagar una justicia o una venganza que los nuevos tribunales del reino no le ofrecían. Hice muchos pequeños trabajos. Tantos que casi he matado más gente como mercenario en tiempos de paz que como soldado en guerra. Y así, huyendo a veces y buscando siempre, recorrí una gran parte de las tierras interiores del continente. Naturalmente, también se hacen poderosos enemigos en ese oficio. Y a veces, nuevos compañeros.

En todo ese vagar sin rumbo aprendí mucho. Con todo mi odio a cuestas, debo reconocer que, en ocasiones, compartí encargo con otros mercenarios… humanos. Fue un proceso lento, extraordinariamente lento, pero al cabo entendí que la guerra no distingue razas ni creencias, que en su vorágine de destrucción arrasa con todo lo que toca sea elfo, orco… o humano. No puedo decir que aprecie a la raza que nos venció en mala lid, pero sí que he visto el valor en los ojos de algunos guerreros humanos. Han sido pocos, pero alguno de ellos con los que por una u otra razón coincidí me enseñó que también en ellos, a veces, anida el honor, la nobleza y la hermandad en sus corazones. Como Xiobe, como Seires, o como Isgrimnur.

Mucho tiempo ha pasado desde que conocí al poderoso Isgrimnur, y mucho le debo. Le he visto luchar codo con codo junto a orcos, defender a enanos asaltados en los inseguros caminos del norte del continente, ofrecer su fuerza para ayudar a otros compañeros sin pensar si son de una u otra raza o profesión, instruir a guerreros menos fuertes o incluso ceder armas a otros desamparados sin pedir nada a cambio. Pero por encima de todo, a él le debo que hoy la vida me resulte menos dolorosa, que el incierto futuro no se me nuble del negro completo que durante tantos años me apesadumbró el ánimo y la esperanza. A ese humano le debo el haber recuperado a mi hermana, Balveda, y con ella la ilusión de una vida juntos por delante.

Fue el quien me habló de su gremio, de un clan de luchadores hermanados que hacen de la ayuda y el respeto mutuo su bandera y su religión. Él me habló de Pilgrims, y de su legión de guerreros aprendices, Disciples.

Ahora a vosotros me encomiendo. Mi vida continuará siendo, como dije, la eterna lucha entre el Oscuro vengativo, cruel, heraldo de la muerte, y el elfo que quiero llegar a ser, sin odio, hermano de sus hermanos de armas, conocedor de la compasión y el perdón, protector de mi hermana y discípulo, algún día, de Pilgrims.

Mi nombre es Kyllian. Antheal Devuois Kyllian, ex-guerrero de los ejércitos élficos de su majestad y de la diosa Shillien, derrotado y exiliado de su tierra, huérfano de padre, madre y hermanos asesinados. Por toda familia tengo a mi hermana Balveda y por anhelo servir en Pilgrims, y , algún día, volver a la tierra que me vió nacer donde mis huesos y mis armas descansen para siempre cuando la diosa me reclame y por fin la paz me abrace.

REGALO DE REYES... EN NOVIEMBRE

lunes, 10 de noviembre de 2008

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Hoy me han alegrado la noche y con toda seguridad me iré a la cama (después de mi ratito rolero de cada noche) con una sorisa de oreja a oreja. Y qué bien, joder, porque ya es la segunda noche en muy poco tiempo que me llevo a la piltra una sincera sensación de bienestar: una con la victoria de Obama y otra hoy.
En su infinita, indigna e inmoral voracidad, los chichos de cierta asociación de infausta mención ya tiran contra todo. Literal oiga: contra todo. ¿Que canturrea usted una canción del rojete Victor Manuel? a pasar por caja. ¿Que se le ocurre a su hijo dibujar un cartel con acuarelas de la última película de Alejandro Amenábar? a pasar por caja. ¿Que se le ocurre a usted comprar una cámara de fotos para cuando vaya con la familia a la playa? a pasar por caja.
¡¡Como!! ¿Se niega usted a pasar por caja?, pero bueno ¿usted que se ha creido que es esto?.
Ah!, ¿que encima se permite usted el lujo de tener opinión propia? ¿QUE SE ATREVE A CRITICARNOS?. Se acabó: a la puta carcel. O bueno, mejor: a pagarnos la mejor indemnización posible y luego que Dios provea.
Estos tipos tan nutridos de ímprobos progresistas llenos de arte (se me ocurre el ejemplo del prolífico Ramoncín), en su desesperación fueron a por la revista "Quimera" por que entendieron que era delito opinar en su contra. Nueve mil euros nada menos le pedían por decir lo que se dice en ESTE artículo. Leed y juzgad.
Bueno pues al carajo con ellos. El juez les ha dejado con la ganas y ha absuelto a la revista. Bien, bien. Boquean.
En lo que a mi respecta, lo que pienso sobre esa extraña asociación, gestora, o sarta de piratas (elijan ustedes, que si lo digo yo igual también me empitonan) de métodos tan reprobables y carentes de ética supongo que puede intuirse con toda claridad, pero en el fondo hacen su trabajo. Defienden sus intereses y eso es algo legítimo. Indigno, injustificables, pero legítimo a fin de cuentas.
Lo que se lleva la palma es que un "Gobierno de España" (como les gusta llamarse) sustentado por el partido en el que milito y que se dice progresista sea el que con todo el descaro y la impunidad del mundo les de las alas más grande que inquisidor alguno pudiera imaginar. Entre otras cosas ahora por cojones todos, absolutamente todos, somos sujetos pasivos de un tributo que por primera vez en la historia de nuestro país y para mayor vergüeza del presidente y compañero J.L.R. Zapatero tiene una clarísima naturaleza finalista (para los que no sean técnicos ni expertos en Derecho Tributario, decirles que ningún tributo puede ser finalista, es decir, no pueden imponerse con una finalidad establecida de antemano), está establecido para la íntegra satisfacción de unos pocos y además da la vuelta torticeramente al principio constitucional de presunción de inocencia por el de presunción de culpabilidad.
Y todo con la estúpida excusa de la protección al arte y la creatividad.
Bueno, pues de momento... a calentar sillones chavales, que los de "Quimera" se os han escapado, y que cunda el ejemplo señorías, que cunda.

¿HURACÁN OBAMA?

viernes, 7 de noviembre de 2008

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Normalmente me la trae bastante al pairo lo que decidan para su país sus respectivos ciudadanos. En el caso de Estados Unidos la apatía suele ser involuntariamente mayor, entre otras cosas, porque ni vivo ni pretendo vivir en el mal llamado país de la libertad. Sin embargo, a estas alturas es una perogrullada constatar el tremendo impacto político-mediático que ha tenido la victoria del canditado Obama en las presidenciales yanquis.
Estados Unidos, por decirlo de la manera menos incorrecta politicamente hablando, no es un país que me de ninguna buena vibración, de la misma manera que tampoco tengo una imagen particularmente buena de un pueblo que ha elegido, por dos veces consecutivas, a un criminal como George W. Bush para dirigirles y representarles. Digamos que son personas que están ahí, que tienen una influencia mundial poderosa e innegable, pero que me caen lejíííísimo.
Es muy posible, lo reconozco, que la imagen que tengo de ellos esté estereotipada. Pues vale. También es muy posible que la realidad social de los Estados Unidos sea infinitamente más diversa que lo que ofrecen la televisión, internet o sus numerosas películas. Pero qué quieren que les diga. Son el país que pone y quita dictadores, inventa democracias que no lo son, secuestra y encarcela a personas porque sí, invade países en cualquier continente, embarga, somete y condena a pueblos vecinos a la miseria y el hambre... etc, etc.
De la misma forma que cuando estuve en Roma jamás me llegué a sentir extranjero, pisar suelo americano (estadounidense, mejor dicho) me lo imagino como una aventura arriesgada donde en cualquier momento aparecerá un poli implacable que sin preguntar (ni falta que le hace) me sacudirá de lo lindo y luego me encarcelará o vaya usted a saber qué, sin que yo pueda ni siquiera decir esta boca es mía. En fin, kafkiano que es uno.
O paranoico si prefieren ustedes, pero es que desde mi más tierna infancia mi padre me inculcó una pasión por los derechos civiles que se resiente y chirría cada vez que veo cómo sociedades avanzadas y civilizadas renuncian tan tranquilamente a ellos sólo porque un charlatán de feria les mete el miedo en el cuerpo y de repente ese miedo deviene en la excusa perfecta y repetitiva con la que poco a poco, sin ruido pero sin pausa, destrozan el fruto de miles y miles de sacrificios personales que hoy ya son historia.
No obstante hay que ser justos y si es cierto que EE.UU. es el país que pone y quita dictadores, inventa democracias que no lo son y todas las demás cosas que mencioné antes, también hay que decir que son un pueblo que han escrito su corta historia haciendo de la libertad religión. Por eso me apena que hoy sea el país que es. Bueno, o era, al menos hasta ayer.
Porque la victoria del futuro primer presidente negro de la histora de EE.UU. rompe muchos e importantes moldes.
El tiempo dirá, pero la victoria de Obama creo que reivindica un país digno y, quizás, un poquito mejor. Mejor para los estadounidenses en primer lugar, claro, pero también mejor para el resto del mundo sobre el que los EE.UU. tiene tantísima capacidad de influencia.
No soy un ingenuo y no espero alardes, a fin de cuentas el nuevo presidente sigue teniendo un imperio que administrar y esas cosas no se hacen a base de dar besos o repartir sonrisas, de modo que imagino que continuaremos viendo invasiones y alguna que otra guerra (Bill Clinton, desde luego, no se cortó mucho al respecto). Pero sí tengo la esperanza de que se reduzcan lo máximo posible y tengo también la esperanza de que el totalitarismo y el fascismo de presidente cesante ceda el paso a una época en la que los yanquis vuelvan a valorar la trascendental importancia de los derechos civiles por los que tanto lucharon sus abuelos, bisabuelos y tatarabuelos y no renuncien a ellos tan fácilmente.
La esperanza es hermosa, vaya que sí. Veremos qué ocurre pero la verdad es que hoy la bandera americana me da un poquito de menos miedo. Ojala mañana la encuentre incluso amable.
Mucha suerte yanquis.

¿MULDER O SÓCRATES?

miércoles, 5 de noviembre de 2008

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Terminé hace días la lectura de "Mysterium" y (otra vez) me veo en un pronóstico errado. No es ningún Expediente-X, al menos no tal y como los que somos (o fuimos, que hace tiempo que ya no se le ve rastro en ningún sitio) fans irredentos de esa buenísima serie entendemos los Expedientes-X.

"Mysterium" nos situa así, de entrada, con un pueblo entero (y hablamos de un pueblo norteamericano, que no son pocos los que tienen más habitantes que mi ciudad, Badajoz) sufriendo un fenómino extraordinario: su traslación física a otro lugar. Y no a otro lugar en una hipotética línea temporal (es decir, no se trata de un viaje en el tiempo), ni a otro lugar en el sentido físico y material de la palabra, no. En "Mysterium" el pueblo aparece en otro pais y otro mundo radicalmente distinto del que conocemos. Para que nos hagamos una idea facilona, se trataría de un viaje a otro lugar alternativo, a un Estados Unidos alternativo que no sólo no se llama igual sino que es producto de una evolución histórica "alternativa" que ha producido un país fuerte, que se encuentra en el principio del siglo XIX en guerra con España, donde la religión y la fe es dueña y señora del pensamiento colectivo (bueno, y del individual también). Y donde la palabra "libertad" lo más que viene a significar es que te dejen elegir a qué hora prefieres ir a misa. Porque a misa hay que ir ¿eh?.

Hay otros elementos accesorios más o menos interesantes como la religión que plantea su autor, Robert C. Wilson, y no porque se trate de una religión ultraortodoxa (que tampoco es que nos suene tan lejana aquí en España y con según qué sotana), sino por ser una religión no monoteísta, evolucionada desde las creencias de la Grecia antigua. Es decir, la plantea, la desarrolla y la justifica, dándole una razón de ser para con la que superarla como simple elemento recurrente y poder hacerla uno de los ejes centrales de la novela.

Con "Mysterium" pasa algo parecido (salvando las distancias, ojo) con lo que dije acerca de "El libro del día del juicio final". Me explico: las aventuras y desventuras de los personajes de la novela resultan interesantes y desde luego entretenidas, hacen que lata una contínua incógnita sobre qué va a ocurrir en las siguientes páginas y solo en el último tercio del libro uno puede comenzar a intuir acontecimientos. Pero no es eso. Al menos a mí me llamó poderosamente la atención el recurso a unos pasajes que no están en absoluto alejados de la filosofía pura y dura. Pero ojo que no es exageración ¿eh?: filosofía pura y dura. En mis tiempos (lejanos, pobre de mi) de bachillerato en el Instituto "Rodríguez Moñino" leí textos de filosofía que me dieron menos dolores de cabeza. Claro que por aquel entonces no era yo tan propenso a la reflexión como ahora pero en fin, ésa es otra historia. Por eso digo lo del parecido con "El libro..." porque, al menos en lo que a mi respecta, la historia y las vivencias y acontecimientos que genera son circunstanciales, son el envoltorio de un trasfondo de mucho más calado que poco a poco nos va desgranando RCW con esa exposición filosófica que he mencionado.

Hay además un pasaje dilapidario: en un momento del libro (esto NO es spoil), RCW nos situa en una conversación entre uno de los personajes y su tio, un brillantísimo científico, acerca de la ciencia, y hablan sobre los infinitos secretos del universo. En un momento dado el tío inquiere al sobrino a plantearse si no ha pensado nunca en las preguntas que jamás nos podremos hacer. Y lo que el tio teoriza sobre ese tipo de preguntas es digno de estudio. Breve pero soberbio. Y acojonante, ya puestos, porque es que es para leerlo y que se te pongan los pelos como escarpias de puro canguelo existencialista. Albert Camus probablemente se inquietaria leyéndolo. Y si lo llega a leer el pobre Rubén Darío cuando escribió Lo Fatal ya es que le da el síncope.

Y dos imágenes para acabar (por cierto SPOIL para ambas). Una de ellas compartida con mi amigo Tizarum: la de una mañana fría, nevada y desapacible, con la estampa de los cadáveres a medio congelar de los niños ejecutados por el inquisidor, colgados de las farolas que adornan el camino de entrada al instituto del pueblo. La otra, la de la explosión de la gasolinera y esos rostros extraños, deformados, demoníacos, que algunas personas del pueblo creyeron ver en las llamas (yo entre ellas) (Fin de SPOIL).

Hasta aquí la parte bonita. La parte mala es que, salvando los interesantísimos planteamientos filosóficos (bueno, más que interesantísimos, yo diría que sobresalientes), lo demás es relativamente previsible incluido, por supuesto, la evolución de la mayoría de los personajes (especialmente la de, cómo no, Demarch, ese gran tipo).

Y claro, ya he dicho muchas veces que para gustos los colores y lo que a mi me ha parecido un tratado inteligente e interesante de filosofía a otro puede parecerle un simple y llano tostón mañanero puesto solo para rellenar. Bueno, en ese caso habría que decir que, simplemente con la historia que cuenta, "Mysterium" es, pese a todo, y para concluir (que ya es tarde y tengo sueño) un libro claramente recomendable que merece la pena leer. Añádele el sofismo helénico, el existencialismo y todo lo que vino detrás y... bingo!

TO BE CONTINUED...

domingo, 12 de octubre de 2008

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Segunda visita a mi nuevo centro comercial favorito. Las víctimas ahora son:

  • "Pórtico", de Frederik Pohl
  • "Cronopaisaje", de Gregory Benford
  • "El juego de los Vor"
  • "Fronteras del infinito", ambos de L.M.Bujold


A 3 euritos cada uno, oiga. Ahhh, con que gusto se escriben a veces algunas cosas. Y mientras escribo, AC/DC me canta al oido "Hard as a Rock", en pleno conciertazo de Las Ventas, Madrid, 1996, casi ná.

Tizarum me "sugirió" que posteara el aviso del 2x1 de los gabachos en la página de la TerBad peroo... no, va a ser que no. Aquí queda dicho. Por mi parte, haré alguna que otra visitilla más a ver qué tal.

SALDOS, SALDOS, SALDOS...

jueves, 9 de octubre de 2008

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La mercantilización de la cultura, a veces, resulta encantadora.

Es una ironía, claro, pero es que esta misma tarde, comprando en Carrefour me encuentro con un saldo de libros de la finiquitada Byblos en una de esas ofertas que tanto les gusta a los franchutes de "2x1". Y mire usted por donde, amontonados en una gran pila (muy colocadita, eso sí) me doy de bruces con libros como "Playa de Acero" de John Varley, "El libro del día del juicio final" de ya sabéis quien (y sino, leed otras entradas, perros), "La cabalgata de los mendigos" de Nancy Kress, "El Azogue" del insigne Stephenson, o los "Fragmentos de Honor" de Bujold entre otros.

Naturalmente hay otros títulos que no me resutan tan interesantes pero en general el nivel de lo que tenían, tratándose de un Centro Comercial con gustos literarios tan exquisitos como Carrefour, hay que decir que estaba bastante bien.
El caso es que aquí estoy con mis dos nuevas adquisiciones que me tienen emocionadito: El primero del señor Vorkosigan (que además, tiene el dudoso honor de dar nombre a uno de mis pjs en el que probablemente es uno de los mejores MORPG), es decir "Fragmentos de honor", y "Azogue" que no es otro que el primer libro de todo el Ciclo Barroco de Neal Sphenson.

Como ya había comentado en la entrada anterior, "El trono de huesos de dragon" (primer libro de la saga fantástica Añoranzas y Pesares) no me estaba tocando la fibra sensible, de modo que en uno de mis ataques de anarquía y despropósito le eché un vistazo "Mysterium", de Robert C. Wilson. "Mysterium" lo compré, aprovechando un saldo de La Factoría de Ideas y sin apenas referencias, en uno de los pedidos que con cierta frecuencia (y dolorosa sangría económica posterior) hacemos a cyberdark. Bien, pues ha sido toda una revelación. No me extenderé más porque ya le llegará el turno a su entrada en el blog, pero sí puedo adelantar que es (hasta donde llevo, que dicho sea de paso es aún muy poco) un Expediente X en toda regla, corregido y aumentado. Me lo estoy pasando en grande con el bueno de Wilson de modo que empezé echándole un vistazo y ahora es el libro el que me ha echado el guante a mi.

Y para mas inri, viene Tizarum, peligroso contertulio de la TerBad, y aprovechando un desayuno compartido va y me suelta, con alevosía y premeditación, toda una suerte de loas a las sucesivas obras del citado R.C.W. (léase "Darwinia", "Spin", "Nómadas" o "Testigos de las estrellas"). Buscad referencias de esos libros, leed sus respectivas sinopsis y es posible que entendáis porqué temo tanto a este compañero de tertulia, mitad bibliotecario mitad oficinista, todo inteligencia. Agravante de su infame conducta queda que, encima, me inocula el virus de Eduardo Vaquerizo y su "Danza de Tinieblas", con mi España imperial en todo su esplendor... en pleno siglo XX. Para qué os cuento el hambre que tengo de este libro, y es que algo debe influir que mi nick sea precisamente Farnesio y no otro.

Y en cuanto a mis dos recien adquiridas criaturitas... bueno, las dejaré para cuando les llegue su entrada en el blog como ya dije antes; pero que quede dicho que si con las aventuras de Miles Vorkosigan me desvelo en las extrañas épocas de páramos literarios en los que anhelo ver soles, planetas y civilaciones enfrentadas o naves combatiendo, en lo que a mi respecta Neal Stephenson es el principio de todo. Ya os contaré, pero toda esta bonita aventura literaria, aunque germinada hace muchos, muchos años, podríamos decir que salió a flote con aquel primer Criptonomicón (de Byblos, por cierto) monumento a libros y lectores inteligentes que me llevé de vacaciones a la playa y que ni la playa ni sus pesadas obligaciones evitaron que devorase (¿o fué el quien me abdujo para siempre?). En fin, que estoy como un niño con zapatos nuevos... o como dice mi hija, entusiasmada a sus seis añitos con las recien empezadas clases de danza: Papá, me tiembla la barriga de los nervios.

Salud, colegas... y que viva Carrefour, jejejjeje.

AÑORANZAS... DE LAMORA.

lunes, 29 de septiembre de 2008

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Pues sí, tal como suena.

Como puede verse, el primer volumen de la saga "Añoranzas y Pesares" es el libro que entretiene mis tiempos muertos últimamente, pero en honor a la verdad debo decir que mucho no es que me esté gustando. Es cierto que acabo de empezarlo (voy apenas por la página 150) pero la cata no me está dejando dulce el paladar, no. Me da el pálpito de que éste no es mi libro o igual no es este el momento. No sé, veremos como acaba la cosa. De momento, pelín torcida sí está.

Atrás queda, en cambio, la última delicatessen: "Las mentiras de Locke Lamora".

Una gozada, fresquito, todo nuevo (incluido el autor), con un entretenidísimo hilo argumental, un escenario más que atractivo, unos personajes definidos y creíbles y un estilo que sin mucho miedo al error podríamos decir que anda entre "Oliver Twist" o nuestro ancestral Lazarillo de Tormes.

Divertido e ingenioso en múltiples ocasiones y terrible en otras, leer "Las mentiras de Locke Lamora" me ha devuelto a la cara amable y amena de la fantasía desde Geralt de Rivia (del que, por cierto, esperamos aún la publicación del libro que cierra el ciclo, a ver cuando llega que me voy quedando sin uñas), donde no hay alardes de pirotécnia fantasmagórica ni dragones ni mazmorras, ni siquiera males sobrenaturales, sino una intrincada historia de terribles venganzas, asesinatos, luchas de poder y, sobre todo, supervivencia.

En fins, como les dije: Añoranzas... de Lamora.

VISCOSO, VICTORIANO, OSCURO.

sábado, 30 de agosto de 2008

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Comprar un libro es toda una experiencia. Y uso el verbo "comprar" como sinónimo directísimo de "leer" que ya sé que no siempre la equivalencia es matemática. De hecho no son pocos los casos en los que la equivalencia no es que no sea matemática, es que no hay tal.
A más de uno le conozco una incipiente colección de libros de los que apenas ha leido alguno. Pero eso sí, hay que ver qué bien van en la salita de la tele y el aire de intelectualidad que aporta al hogar. En fin.
El caso es que puse el libro de China Miéville en la lista de objetivos inmediatos (o sea: la terrible y maligna phila) pensando que sería algo que ha resultado no ser. No es que fuese muy desencaminado: me imaginé algo de ciencia-ficción del estilo Blade Runner un poco más intimista, a caballo entre "Muero por dentro" de Silverberg y la obra de Dick/Scott.
Hombreee... Blade Runner está en el libro, vaya que si está. Pero me equivoqué con la tecnología. Y con la escritura, y con el entorno, con los personajes... vaya, que de lo que esperaba a lo que leí había un pelín de diferencia. Y lo bueno es que siempre fué para mejor.
Nada de torres supermodernas de cemento y cristales espejados con gigantescas pancartas publicitarias luminosas, ni vehículos que surcan el cielo. Cero chips y silicio, y de circuitos "convencionales" lo justito y gracias (excepcional, daliniano, ese Consejo de los Constructos).
El libro es de un oscurantismo que te pringa los dedos, muy decadente, muy victoriano, rudo, denso y complejo. Una delicia sensorial. En el prólogo con el que empieza la gran historia de "La Estación de la Calle Perdido" ya hay párrafos clarividentes, por ejemplo, éste:

"La brutal madriguera que nos rodea es la Puerta del Cuervo. Los edificios en ruinas se inclinan agotados los unos sobre los otros. El rio exuda lodo sobre las riberas de ladrillo, muros alzados desde las profundidades para matener el agua a raya. Hiede."

Hay mas, claro, pero creo que es suficiente para hacernos una idea medianamente clara de qué hay en sus más de ochocientas páginas.
A base de equivocarme "La Estación de la Calle Perdido" es un libro que me gustó desde su primer párrafo, pero no todo es de colores brillantes. Por alguna extraña razón, ese pequeño tesoro de historias fantástico-taumatúrgicas, de seres a veces delirantemente imaginarios y de introspecciones que muestran moralidades y valores constantemente aceptados y constantemente cuestionados, por alguna extraña razón, decía, no me ha llegado tan hondo como otros libros y otras historias.
A veces es cosa del momento, de la inspiración, del karma o de vaya usted a saber, pero lo cierto es que me ha satisfecho mucho ese libro, mucho. Y sin embargo...
Cierto colega, de cuyo nombre no quiero acordarme (aunque me acuerde), me dijo en una ocasión respecto a Connie Willis que a sus obras le sobraban páginas. Para gustos los colores, claro, pero cuando pienso en el libro de Miéville, o ahora mismo, escribiendo sobre él, me invade un cierto desacomodo, como una lejana, muy lejana, apenas perceptible, sensación de que La Estación de la Calle Perdido sí pecó de redundante en más de una ocasión, sí le sobraron páginas.
Y, joder, qué mal me siento diciendo eso. Porque no me gustaría dar ni siquiera un atisbo de argumento que sirva para minusvalorar un gran libro con una buena historia, y porque también me siento un poco traidor. Ingrato con una historia muy satisfactoria y con un estilo de escribir y hacer ciencia-ficción poco, muy poco habitual.
Es magnífica y desde luego recomendable, pero, lo lamento profundamente, no es de diez.

NO ES MOMENTO PERO...

jueves, 21 de agosto de 2008

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No es hoy el mejor día para ir de una página de información a otra porque, desgraciadamente, la sobremesa nos ha encogido a todos corazones y estómagos con la noticia de la catástrofe aérea de Barajas. En estas circunstancias hay poco que decir de modo que los comentarios que tenía pensado hacer sobre La Estación de la Calle Perdido o sobre la vuelta de los 5 fantásticos los dejaré, en señal de respeto por los cerca de 150 muertos, que se dice pronto, para otro día.
Ojalá tardemos, como mínimo, otros 30 años en volver a sufrir una pesadilla tan terrible como la de hoy. Descansen en paz todas las víctimas, que los que les han sobrevivido puedan algún día dormir tranquilos sin fantasmas que les roben el alma y la cordura y, sobre todo, que aprendamos mucho y bien de estos errores tan dramáticos y tan costosísimos para que nunca mas vuelvan a ocurrir.

ROSEMUND, OH, ROSEMUND !!

lunes, 4 de agosto de 2008

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De Connie Willis ya tenía una buena impresión cuando leí Tránsito. No recuerdo haberla reseñado en ninguna entrada del blog (luego lo comprobaré) pero después de Tránsito, y aún considerando las sabias advertencias del sabio Tizarum, Connie Willis subió un buen montón de puestos en mi lista de autores favoritos.
Calentito tengo todavía "El libro del día del juicio final" que terminé ayer y la buena señora Willis confirma su contínua ascendencia en mi particular Club de los Genios No Muertos.
En cierto sentido me recuerda Connie Willis a mi apreciadísima Úrsula K.LeGuin en cuanto que ambas escriben una suerte de Ciencia-Ficción con un marcadísimo humanismo. LeGuin superó todos mis esquemas con "Los que se alejan de Omelas", relato breve del que ya he hablado en otras ocasiones, y conocidas son las muchas reseñas de libros como los de la trilogía editada por Minotauro (Los Desposeídos, La mano izquierda de la oscuridad y El nombre del mundo es Bosque) o las maravillosas Historias de Terramar.
Connie Willis, creo, apunta en la misma dirección. Apuntan en la misma dirección sí, pero solo eso. Naturalmente cada una aporta su personalidad, clase, técnica y virtuosismo a sus obras y las hacen inconfundibles las unas con las otras, pero ese marcado humanismo, cada una a su manera, me impresiona en ambas. Hacen grande la Ciencia-Ficción.
Empecé El libro... con un cierto interés pero la verdad es que sin el mismo convencimiento con el que he empezado otras obras (sin ir más lejos: Tránsito).
A la altura de la página 20 ya no podía dejar de leer. Sencillamente, no era capaz, tenía que seguir.
Connie Willis te coloca de inmediato y sin apenas darte cuenta en el centro justo de un monumental huracán narrativo del que cuesta horrores escaparse. Siempre apuras a la siguiente página por ver de qué manera van a resolver los personajes (si es que lo consiguen) la difícil situación en que se encuentran y que empeora por momentos, y cuando terminas esa página apuras a la siguiente, y a la siguiente, y a la siguiente. Absorvente. Involucración plena.
El argumento ya es conocido. En el siglo XXI los viajes controlados en el tiempo son una realidad y las universidades envían historiadores a distintas épocas de la Historia para obtener información de primera mano en cada uno de esos lanzamientos. Uno de ellos es el que protagoniza nuestra historiadora, la joven e impetuosa Kivrin. El lanzamiento es al año 1320, poco antes de que la Peste Negra asolara Inglaterra, pero las cosas no salen exactamente como habían planeado y el escenario cambia radicalmente.
Por detrás está el trasfondo. La bien trenzada historia va dejando entrever poco a poco, lentamente, qué hay realmente detrás de la novela. Y no es una aventura trepidante (que también, pero de esas hay muchas), es el testimonio terrible y desolador de la condición humana con la Peste Negra como telón de fondo.
Estoy leyendo ahora "Las mentiras de Locke Lamora" pero he tenido que parar. De hecho, como también terminé en estas vacaciones "La estación de la Calle Perdido" la primera entrada le correspondía a la obra de Miéville y no a El libro.... Pero no puedo, no dejo de volver a la Peste Negra. No se me va de la cabeza. Tengo aún demasiado presentes a Rosemund, a Agnes, mi pobre e inocente pequeña, al padre Roche o a la doctora Arhens. A todos ellos, enfrentados a la inmisericorde, cruel y devastadora plaga, al dolor y a la presencia contínua de la muerte con las únicas armas de la fé devota en un Dios que nunca llegó (o tal vez sí, padre Roche, quizás tenía usted razón y le envió a Santa Catalina después de todo) y la esperanza. También pienso en Kivrin, en cómo continuó, en cómo luchó hasta la extenuación, en cómo moría con cada apestado y me pregunto si al final la rescataron realmente, si llegaron a tiempo. Puede que la rescataran, no se, que cada uno juzgue. Pero a tiempo no llegaron, sobre eso tengo convencimiento pleno.
Iba a decir, para finalizar, que hay mucho de tributo en ese libro y me viene al pelo rescatar, literalmente, una de las transcripciones de la propia historiadora, de Kivrin:

TRANSCRIPCIÓN DEL LIBRO DEL DÍA DEL JUICIO FINAL
(082808-083108)
Creo que no conseguiré volver Señor Dunworthy. (...)
No quiero que se sienta culpable de lo sucedido. Sé que habría venido a buscarme si hubiese podido, pero de todas formas no me habría marchado, no con Agnes enferma.
Quise venir, y si no lo hubiera hecho, habrían estado solos, y nadie habría sabido jamás lo asustados y valientes e insustituibles que eran.



EXCUSATIO NON PETITA...

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Si, si, accusatio manifesta, lo sé. Y de eso se trata. Han sido más de tres meses (que se dice pronto) sin publicar ni una sola entrada pero vaya a modo de excusa que es el tiempo que me está llevando organizar en mi trabajo un Servicio de Inspección Tributaria como Dios manda (y lo que te rondaré morena) con poco apoyo y menos medios, pero en fin...
Leamos de nuevo.

DIOS MIO, POR FIIIIIINNNN !

domingo, 20 de abril de 2008

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Lo que son las cosas.

Me he tirado una buena temporada con ganas de un libro que fuese Space Ópera pura y dura, algo ligerito que me hiciera pasar un buén rato con los topicazos más añejos de la ciencia-ficción, y en el camino (atestado, como es típico en mi, de inmuerables saltos de la CF a la Fan, de la Fan al terror, e incluso con incursiones -ya comentadas, por cierto- por el género negro) he pasado por intentos fallidos como Médula o Pensad en Flebas que me hicieron dudar seriamente de que llegaría a leerme algún día una obra así. Y eso que, según me cuentan, no escasean. El problema, para no variar, era mi innata incapacidad de fijar un "rumbo fijo" en el orden no ya de lectura de la phila, sino, al menos de los géneros que tengo en cola de lectura.
O dicho en román paladino: normalmente siempre estoy leyendo algún libro, y como todo el mundo, me fijo la previsión de lecturas para cuando termine el que tengo entre manos. Bueno pues conmigo que eso funcione es como pedirle al Atleti que sea un equipo previsible. Logré (a duras penas, lo reconozco) cumplir el objetivo de leer mis regalos navideños y de Reyes, me enfrasqué luego en "La estación de la Calle Perdido" (excepcionalmente bueno, aunque aún no lo he terminado) y me dije que tenía que leer algo de fantasía (concretamente elegí la saga completa de Añoranzas y Pesares) al tiempo que seguiría buscando, por si alguna vez daba con algo que mereciera la pena, algún libro o saga de la CF más pura y típica que encontrase, vamos, Space Ópera como ya he dicho.
Naturalmente no he cumplido la hoja de ruta. Y bendito sea mi anarquismo literario porque de pura chamba llegó a mis manos el primer libro de la señora Harrington. Y cómo he disfrutado oiga.
EX-CEP-CIO-NAL.
Como digo en el título de esta entrada: Por fin!
Por fin dí con un libro de Space Ópera que no solo me da lo que yo le pedía de antemano al libro sino que mis expectativas me las ha devuelto cubiertas (sobrecubiertas, diría yo) en una relación de uno a cien.
En la Estación Basilisco es un libro con el que estoy ya en deuda para siempre. Qué bueno. Desde La caída de Hyperión no me he sentido tan atraído por un libro como con éste. En toda mi vida (y lamentablemente tengo ya unos taquitos) sólo ha habido tres libros que me hayan enganchado tan fuertemente que apenas haya podido dejar de leerlos. Uno me atacó hace muchos años, siendo yo un imberbe estudiante del antiguo bachillerato y se trataba de La larga marcha de Stephen King, el otro ha sido el ya citado La caída de Hyperión, y el tercero, éste: En la Estación Basilisco.
Lleno de acción, una fabulosa puesta en escena, un control de los personajes buenísimo, un dominio de los tiempos sorprendente, un guión muy bien desarrollado donde nada sobra ni se cuenta a destiempo (ni demasiado pronto), donde todo va encajando con la precisión de un reloj suizo...
En definitiva es un libro de aventuras, ligero, sin más pretensiones que entretener y al que no cuesta encajarle situaciones y/o elementos típicos porque NO rehuye de ellos. Y eso es una virtud absoluta, muy de agradecer. No me parece que el libro busque la excelencia literaria (si la entendemos como riqueza linguística y pureza gramatical), pero es que es de una solvencia abrumadora, un libro honesto como pocos, a caballo entre las novelas de batallas marítimas y la ciencia-ficción. Hace lo que tiene que hacer y lo hace muy bien. Nos cuenta lo que nos tiene que contar y nos lo cuenta muy bien. Entretiene, gusta, por momentos (muy álgidos, por cierto) te tensiona del todo. Incluso te hace dudar que, típica como es la novela, le queden páginas para un fínal también típico.
En definitiva, un enoooooorme acierto el haberlo leído y una satisfacción total y completa.
Y además, qué carajo, estoy sufriendo el síntoma característico de cuando uno lee un libro que le ha llegado hondo (como me pasó cuando terminé La caída de Hyperion): la perspectiva de leer cualquier otro libro ahora se me está antojando hasta molesta. Ahora mismo, en estos precisos momentos, dudo mucho que ningún libro me pueda gustar porque no creo que puedan igualar a lo que me ha dado En la Estación Basilisco. Supongo que tendré que esperar unos día a que se me pase el efecto porque sino...
¡¡ Hoy me siento Flex!!

Q.C. PASSED

domingo, 23 de marzo de 2008

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Y con nota oiga.
Qué buena novela la de Fco. Glez. Ledesma. Qué evasión tan placentera a los oscuros callejones de la novela negra. Qué venganzas, que ambiente, qué personajes tan marcados, tan de novela negra. Y con esos finales que... en fin, no estoy por spoilear así que hasta aquí puedo leer.
De este libro (naturalmente hablo de "Una novela de barrio") no creo que hable mal mucha gente.
Durante más de un pasaje me recordó bastante a la, en mi opinión, sobrevalorada "La sombra del viento" pero para mi gusto "Una novela de barrio" tiene un puntito de ortodoxia (magistral, por cierto) que la hace superior. Siempre he dicho que a mi, además de lo que un libro me cuenta, me influye muy especialmente el cómo me lo cuenta. Esta diferencia marca en mí la línea imaginaria que separa lo bueno de lo mejor y lo mejor de lo execelente. González Ledesma, a caballo quizás entre la ironía e irreverencia de Arturo-Pérez Reverte y la distancia y el desdén del desaparecido Manuel Vázquez Montalbán va ofreciendo todos los elementos que se le exigen a una novela del género para después, además, dosificar el punto que la hace mejor primero y excelente después.
La verdad es que Ledesma (y sobre todo mi madre, que para eso me regaló el libro) me recuerdan que no sólo de Sci-Fi y Fantasía vive el hombre (el friki igual sí, pero es que no estoy yo muy cómodo con eso de adjetivarme de tal guisa), que en otros territorios que de lejos intuimos páramos también hay jardines como los de Suldrun.
Cuando polemizo con alguien sobre la añeja etiqueta que tanto las obras como, sobre todo, los lectores de la tríada apestada (léase Fantasía, Ciencia Ficción y Terror) llevamos en todo lo alto, al final suelo terminar diciendo lo mismo: con independencia del género lo bueno, gusta. Y "Una novela de Barrio" es una gran novela.
Gracias mami.

Y VAN...

sábado, 8 de marzo de 2008

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Ahora que había conseguido algo de tiempo y coincidiendo, además, con la rendición final de los Cuentos de Terramar, tenía pensado actualizar el blog (que falta le hacía ya, pardiez) y contaros mis impresiones de la última obra de Francisco González Ledesma, pero justo antes de irnos a casita a comer, en vez de las delicias culinarias de cada uno nos hemos tenido que comer este sapo.
Lo malo es que, serenado el espíritu, cuando el intelecto retoma el control de nuestras personas, no nos queda otra que reconocer que es una más. Y van...
Con cada muerto vuelve el mismo debate: que si pena de muerte, que si alimañas sin corazón, que si están en las últimas, que si..., que si..., que si...
Yo estoy harto. Harto y cansado. Harto de boquear lamentos e imprecaciones, harto de imaginar el atisbo de infierno que le queda a la familia, harto de llorar el llanto de niños que pierden a sus padres para siempre, harto de que se me encoja el corazón y el pecho me apriete con el terrible peso de la irreversibilidad del espanto asesino, harto de la impiedad y la deshumanización, harto, harto, harto, harto. Hasta la saciedad estoy harto del dolor.
Y también, quizás debería decir "sobre todo", cansado. Cansado de nuestros políticos irresponsables, mediocres e indignos de la nación que los elije porque en la mayoría de los casos es que no hay otros. Cansado de los mismos discursos estúpidos, vacuos y sin la menor credibilidad. Cansado e indignado con la tranquila lejanía desde la que se negocia políticamente con el dolor y el horror de otros, siempre de otros, mientras cuidan de no salirse de la foto de lo políticamente correcto. Cansado de los vascos, las vascas, las nafarroas, las ikurriñas, los gudaris, los alberdi eguna y toda la parafernalia nacionalista. Agotado. Hasta los cojones.
Quizá sea cierto, como me dijeron en una conversación hace ya un tiempo, que lo fácil es ser pesimista y dejarse arrastrar por la desesperanza, quizás sea verdad que nuestra fuerza, la de los que creemos en el respeto a los demás (y no digamos ya en el respeto a la vida) sea la perseverancia ante el terror, la permanencia impasible ante la ofensa nauseabunda, la certeza absoluta de nuestra superioridad ética, inquebrantables ante el enemigo que solo tiene el recurso a la fuerza. No sé. Igual.
Pero igual no. Porque el problema para mi no es ETA, o mejor dicho, no es solo ETA. Y para muestra un botón, bueno, o muchos botones, tantos como para zurzirlos en sotana cardenalicia y aún sobrarían. Cada atentado, cada crimen, deja un reguero de solemnes declaraciones y reacciones intachablemente solidarias y democráticas. Pero no hacen falta muchos días para que todo vuelva a la "normalidad". Con el muerto de turno enterrado, fuera ya del prime-time televisivo nuestros probos representantes políticos, prohombres donde los haya, vuelven a estar en su salsa, que es el fango de la desverguenza y de la inmoralidad.
Porque analicemos. Mis compañeros y colegas del partido socialista (del que ya he dicho en alguna ocasión que soy militante) viven sumidos en las fiebres democráticas del buen rollito y la foto correcta. Nada de tensiones, y si hay que pactar se pacta aunque sea con el susum corda que para eso somos, como buenos pesoeistas, los más guays. Nada de tensiones ¿eh?. Al PNV como el pulpo: ni tocarlo, que además, sería criminalizarlos y eso suena a ofensa gruesa y desmedida viniendo un pesoeista de rancio abolengo.
Lo de los populares es lo de siempre: o sus cojones por delante o somos todos antipatriotas y vamos directos al desastre, que para salvar patrias (españolas o, llegado el caso, vascas) ya están ellos que de eso saben un rato. Y es que lo que han hecho con el tema del terrorismo no tiene nombre. Ni nombre ni límites. Aunque ellos, por supuesto, ya se sabe: sostenella y no enmendalla.
¿Y mis amigos nacionalistas? Je, je. Con estos se rompió el molde. De los anteriores podemos decir que o son tontos del culo y la rosa o son cuadrados cuan desfile marcial. Pero los nacionalistas están lejísimos de tener un pelo de tonto, lejísimos, a años-luz oiga. Y de cuadriculados nada, son artistas del malabarismo y la tragicomedia que tan pronto pactan con los eternamente acomplejados del psoe como con los megamaxifascistas represores del pp. Y por supuesto, como buenos vascos, comprensivos con estos traviesos muchachines de ETA, pactan con Herri Batasuna (o con el nombre que le toque esta vez) lo que haga falta.
Y ahora veamos la otra parte del pastel, la del día después. O mejor, la del mes después o del año después. ¿Y que vemos? Que el pp sigue diciendo que o su política antiterrorista o se traiciona a los muertos, que el psoe pone las dos mejillas (y no pone más porque no tiene) para aguantar los ostiones y escupitajos nacionalistas, que a los asesinos les sale rentabilísimo matar en nombre de Euskadi (o de lo que sea, que a fin de cuentas para ellos lo importante es seguir matando y mantener su status de camorra napolitana, da igual en nombre de qué), que el gobierno vasco del PNV le sigue alquilando al submundo abertzale un resistente paraguas moral (y financiero, dicho sea de paso) que les ampare del ataque de "los otros" (léase "los españoles") y que mientras tanto, olvidadas e injuriadas, las familias de los muertos velan fosas cada año en el día de los difuntos, llorando en medio del desconsuelo del que se sabe solo y abandonado. Y ojo al dato señora, que en todo este tema el precio de las muertes no lo paga la democracia, ni el estado de derecho, ni España, ni la convivencia ni ninguna otra de las demás mingadas que les da por decir a los políticos de turno. El precio de todo este gigantesco pasteleo lo pagan los muertos, los que jamás tendrán ni una sola oportunidad de seguir adelante, los que ejecutaron sin decir esta boca es mía y lo pagan también sus familiares, que los pierden para siempre.
En fin, ya les dije: harto y cansado. Por el camino que vamos, digan lo que digan nuestros indignos e irresponsables políticos, jamás ganaremos esta lucha. Que pena tan grande, que desoladora tristeza.
D.E.P. compañero Isaías, algún día alguien tendrá que reivindicar para vosotros el infinito valor de los hombres y mujeres que vivís y afrontáis el infierno de la infamia y la extorsión en un país donde ni hay libertad de expresión ni se le espera y donde el valor de la vida se mide en escaños o en referendums de autodeterminación.

AY, AY, AY

viernes, 18 de enero de 2008

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Hay amores que matan. Eso se sabe desde que el mundo es mundo, y en mi caso, el de cierto colega literario de gustos y tendencias con un cierto tufillo a friki (aunque ni a él ni a mi nos gusta el término) gustos que lamentablemente solemos compartir ya no es que me mate, es que es para matarlo.

Viene esto a que tan tranquilo estaba yo con mis Cuentos de Terramar, y con la expectativa de Una novela de Barrio y sus refrescantes aires de novela negra cuando el susodicho va y me dice que vea en nuestra tienda favorita una de las últimas novedades editoriales. Ved, ved, pinchen y vean.

Ya en tiempos, allá por los albures de la TerBad, mi muy estimado, apreciado y valorado Tizarum (Ángel para los no amigos) en una de sus proverbiales frases dilapidarias, con gesto solemne, mirada al infinito y dedo inquisidor me soltó algo así como que hasta que no leyese Los Desposeídos no sabría lo que es la buena ciencia-ficción (lo cual, dicho recién leídas las extraordinarias e insuperables Hyperion y La Caída de Hyperion, no es poco sentenciar).

Y claro, yo que me he tirado meses (y en esas aún estaba) detrás de algún ejemplar de Los desposeídos que estuviera durmiendo el sueño de los justos en algún lugar de alguna desvencijada y polvorienta estantería de las hermosas librerías del casco antiguo de mi aún más antigua y más hermosa Badajoz, empeñado en una búsqueda con más penas que alegrías (aunque alguna hubo), la noticia me superó. Del todo.

En esta situación, con tantos planes rotos, rehechos y vueltos a romper, no queda sino agachar la cabeza y reconocer mi poquedad. Estoy vencido por esta magna escritora.
Lo curioso del caso es que todo esto es muy reciente (hablo por mi, claro; la Gran Dama lleva décadas hechizando con su talento). Todo empezó cuando hace ya taitantos meses el maléfico Corwin nos trajo a los tertulianos del grupito de la TerBad el relato de una tal Ursula ká no-se-qué, que a la sazón se intitulaba Los que se alejan de Omelas. El relato se las trae, y me impactó de tal forma que no he sido capaz, desde entonces, de abstraerme a las delicias de su pluma. . Los distintos libros que forman Las Historias de Terramar supusieron una vuelta de tuerca, un giro en el estilo que pasó de la impiedad, el desgarro y el bofetón moral del relato de Omelas al embeleso, la hermosura, la inteligencia, la sobriedad y, sobre todo, la elegancia de la mejor fantasía que recuerdo haber leído en toda mi vida (y algo he leído ¿eh?). Los Cuentos de Terramar confirman y mejoran lo dicho sobre el mundo creado por Úrsula K. LeGuin, muy lejos de otras franquicias del género (algunas de indudable valor y otras no tanto).

Ahora se reeditan, en un solo tomo, tres de las mejores obras de la LeGuin ofreciéndonos por el irrisorio precio de unos 25 euros más de ochocientas páginas de literatura de gran calidad, incluida la descatalogada Los desposeídos, con lo que pueden ustedes figurarse, y se figuran bien, que un servidor ya tiene desempolvada la billetera porque este libro, esta pequeña biblia, formará sí o sí, parte de mi biblioteca engrandeciéndola a ella y a mi mismo.
Sin embargo no traicionaré a Francisco González Ledesma ni, sobre todo, a mi madre, que fué la que convenció a Baltasar (desde siempre mi rey mago favorito) para que me regalase Una novela de Barrio y no creo que para esta ocasión necesite hacer acopio de uñas para írmelas mordiendo mientras espero porque con este libro más que impaciencia tengo sensación de una firme serenidad, la tranquilidad del que sabe que tiene en casa una botella de vino de una añada extraordinaria que requiere de una ocasión especial. De modo que esta vez no habrá ruptura de planes. El paraíso me espera y no pienso entrar corriendo jadeante por sus puertas de mármol.

Es de mala educación. Disfruten señores, que la vida pasa.

¡¡ADIOS 2007, ADIOS!!

sábado, 12 de enero de 2008

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Bueeeeeenooo, finalmente creo que hemos sobrevivido. La tarea no ha sido facil, pero aqui estamos, con una Navidad menos (o más, según se haga la cuenta) en nuestras vidas, otro año al zurrón y otra visita real que además de ilusiones y emociones deja un considerable vacío en las carteras de nuestros conciudadanos en general y de los que somos padres en particular. Como el final de año no ha sido precisamente bueno, me he encargado de que al menos los reyes fueran benevolentes con este servidor de ustedes, quienes quieran que sean ustedes, así que aquí ando ahora rumiando el botín literario que me han dejado los seguidores de la estrella de Belén. Es difícil destacar alguno porque la verdad es que todos me gustan pero quizás destaque tres y no necesariamente por este orden: La Estación de la Calle Perdido, Los Cuentos de Terramar y Una novela de Barrio.
Me hago cargo de que este último entra con calzador en un blog de literatura de fantasía y cf, pero como he dicho ya en otras ocasiones, muy por encima de catalogarme como lector de género, me tengo por un lector normalito al que, sencillamente, le gusta lo bueno.
Y Una Novela de Barrio tiene muy buena pinta. A mi buen colega Tizarum (que se empeña en llamarse Ángel, cosas de friki) le he copiado vilmente y por toda la cara la costumbre suya de la "cata" de libros. Tampoco me voy a poner a explicar en qué consiste la "cata" de libros (cosa que, por otro lado, cualquier cerebro que aglutine más de dos neuronas pensantes es capaz de intuir al menos), pero sí dejaré dicho que Una Novela de Barrio tiene una de las mejores catas que he probado en los últimos... no sé, digamos 10 años. Ya os contaré.
De momento, desearos a los que tenéis valor, paciencia o vete a saber qué, para leer estos post, por encima de todo un año de salud y felicidad. Todo lo demás es secundario y, permitidme la expresión, no vale una mierda.