VISCOSO, VICTORIANO, OSCURO.

sábado, 30 de agosto de 2008

Comprar un libro es toda una experiencia. Y uso el verbo "comprar" como sinónimo directísimo de "leer" que ya sé que no siempre la equivalencia es matemática. De hecho no son pocos los casos en los que la equivalencia no es que no sea matemática, es que no hay tal.
A más de uno le conozco una incipiente colección de libros de los que apenas ha leido alguno. Pero eso sí, hay que ver qué bien van en la salita de la tele y el aire de intelectualidad que aporta al hogar. En fin.
El caso es que puse el libro de China Miéville en la lista de objetivos inmediatos (o sea: la terrible y maligna phila) pensando que sería algo que ha resultado no ser. No es que fuese muy desencaminado: me imaginé algo de ciencia-ficción del estilo Blade Runner un poco más intimista, a caballo entre "Muero por dentro" de Silverberg y la obra de Dick/Scott.
Hombreee... Blade Runner está en el libro, vaya que si está. Pero me equivoqué con la tecnología. Y con la escritura, y con el entorno, con los personajes... vaya, que de lo que esperaba a lo que leí había un pelín de diferencia. Y lo bueno es que siempre fué para mejor.
Nada de torres supermodernas de cemento y cristales espejados con gigantescas pancartas publicitarias luminosas, ni vehículos que surcan el cielo. Cero chips y silicio, y de circuitos "convencionales" lo justito y gracias (excepcional, daliniano, ese Consejo de los Constructos).
El libro es de un oscurantismo que te pringa los dedos, muy decadente, muy victoriano, rudo, denso y complejo. Una delicia sensorial. En el prólogo con el que empieza la gran historia de "La Estación de la Calle Perdido" ya hay párrafos clarividentes, por ejemplo, éste:

"La brutal madriguera que nos rodea es la Puerta del Cuervo. Los edificios en ruinas se inclinan agotados los unos sobre los otros. El rio exuda lodo sobre las riberas de ladrillo, muros alzados desde las profundidades para matener el agua a raya. Hiede."

Hay mas, claro, pero creo que es suficiente para hacernos una idea medianamente clara de qué hay en sus más de ochocientas páginas.
A base de equivocarme "La Estación de la Calle Perdido" es un libro que me gustó desde su primer párrafo, pero no todo es de colores brillantes. Por alguna extraña razón, ese pequeño tesoro de historias fantástico-taumatúrgicas, de seres a veces delirantemente imaginarios y de introspecciones que muestran moralidades y valores constantemente aceptados y constantemente cuestionados, por alguna extraña razón, decía, no me ha llegado tan hondo como otros libros y otras historias.
A veces es cosa del momento, de la inspiración, del karma o de vaya usted a saber, pero lo cierto es que me ha satisfecho mucho ese libro, mucho. Y sin embargo...
Cierto colega, de cuyo nombre no quiero acordarme (aunque me acuerde), me dijo en una ocasión respecto a Connie Willis que a sus obras le sobraban páginas. Para gustos los colores, claro, pero cuando pienso en el libro de Miéville, o ahora mismo, escribiendo sobre él, me invade un cierto desacomodo, como una lejana, muy lejana, apenas perceptible, sensación de que La Estación de la Calle Perdido sí pecó de redundante en más de una ocasión, sí le sobraron páginas.
Y, joder, qué mal me siento diciendo eso. Porque no me gustaría dar ni siquiera un atisbo de argumento que sirva para minusvalorar un gran libro con una buena historia, y porque también me siento un poco traidor. Ingrato con una historia muy satisfactoria y con un estilo de escribir y hacer ciencia-ficción poco, muy poco habitual.
Es magnífica y desde luego recomendable, pero, lo lamento profundamente, no es de diez.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hombre, está bien que se de una opinión sincera; ya me hago una idea más clara de lo que voy a leer. Porque este libro lo voy a leer, y además, será pronto.
Ya os contaré que tal.

farnesio26 dijo...

Lo primero: bienvenidísimo a esta tu humilde morada. Serás tratado como corresponde a tan insigne visitante... Bueno, como corresponde no que entonces no me duras ;-)

En cuanto al libro, seguro que te gusta porque es un buen libro. Sólo que, como digo, no es de 10, pero eso no le quita mérito ¿eh?. Y además, está lo de siempre: que para gustos están los colores ¿verdad?.