ADIÓS AL DRAGÓN

miércoles, 19 de septiembre de 2007

El gran Corwin me avisó sobre la muerte de Robert Jordan y he estado husmeando por ahí para, tristemente, confirmar la noticia. No tengo ni idea de qué va a pasar con la conclusión del último libro de "La Rueda del Tiempo" (parece ser que lo finalizarán los familiares con base en las notas que dejó el propio Jordan) pero la verdad es que ahora poco importa. Tengo mi propia opinión sobre la muerte y una particular teoría acerca de lo que llamamos "la vida" que, para no complicarnos, se resume en una especie de filosofía extremadamente racional, materialista, relativista y que gira en el principio de que "somos química pura". No obstante, supongo que mi cerebro al leer (y confirmar) la noticia estará procesando, donde quiera que lo haga, grandes cantidades de esa desconocida formulación química que nos induce a lo que llamamos "tristeza". Porque eso es exactamente lo que siento: una tristeza sincera, que es en parte solidaria con él y en parte egoísta por motivos exclusivamente personales y es que la vida, tan maravillosa y tan condenadamente perra, a veces nos pone en situaciones difíciles, muy difíciles. Y nos hermanamos unos con otros... aunque jamás nos hallamos visto y aunque decenas de miles de kilómetros se intorpongan en sufrimientos y experiencias profundamente humanas.
Descansa en paz, maestro, por tí hoy cortaré una rosa de mi jardín de cristal.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Ánimo, Farnesio! Perdemos a un gran escritor, pero ganamos a un blogger honesto y currante. Que no decaiga este espacio dedicado al arte epicúreo de disfrutar de los pequeños placeres.